martes, 16 de abril de 2013

3 - Dicen que dicen


- ¡¿Qué pasó que?! – gritó Gabriella al escuchar todo lo que le contaba Paola.

- La despidió y luego me ofreció su puesto a mí. ¿Tú lo entiendes? Porque yo no…

- Le dijiste que si, ¿no?

- Si, pero no termino de verme ahí…

- Bueno, tú encárgate de que te trate como a la pelirroja esa, ya sabes a lo que me refiero.

- Gab, es mi jefe – dijo intentando que entrara en razón.

-Pues preséntamelo, algo podremos apañar.

- ¿Tu que me querías contar? – dijo cambiando de tema, rápidamente, ya que se estaba yendo un poco de las manos.

- ¡Ah si! – dijo dándose un golpe flojito en la frente -¿Sabes quien es Chace?

- Si, tu compañero de curro, me lo has presentado antes, ¿recuerdas?

- Ja..ja.. No me refería a eso, es el compañero de piso de Logan. Ayer vine con los dos desde la cafetería hasta casa

- ¿En serio? Ahora no podrás liarte con los dos, porque se lo contaran, y todo será un caos, y se cabrearan y...

- Eh, eh, eh... ¡relaja! ¿En serio acabas de decir lo que me ha parecido escuchar? ¿De verdad crees que me voy a liar con alguno de los dos? - dijo la morena, riéndose.

- ¿Y por qué no? ¿Que tienen de malo? - se encogió de hombros.

- No, si no hay nada malo, pero no quiero nada con ninguno de ellos...

- Pues que sosa - se rio Paola - Bueno, ya es tarde y mañana tengo que madrugar.

- Esta bien, vamos a dormir...

Ambas amigas se metieron en sus respectivas camas y se quedaron dormidas prácticamente al instante.

A la mañana siguiente Gabriella se despertó cuando Paola se chocó con su cama.

- No llego... Voy a llegar tarde... - se la oía decir.

- Pero si son las 7 y media - dijo Gabriella con voz de dormida tras mirar el reloj.

- Y a las 8 tengo que estar allí - dijo histérica - ¿Donde están mis zapatos?

- Los tienes puestos.

- Ah, si, cierto...

- Este trabajo te va a matar

- Si no lo hace mi jefe antes... ¡Me voy que no llego! ¡Pásalo bien en el café!

- ¡¡No mueras de un infarto!! - dijo antes de que Paola cerrara la puerta y se fuera corriendo.

Gabriella intento volver a dormirse, pero ya era imposible; decidió levantarse, se dedicaría a decorar un poco el estudio. Se dirigió a la cocina para prepararse un café, pero al pasar por la ventana, la voz de Logan la frenó.

- ¡Buenos días, vecina! – dijo él con una sonrisa de oreja a oreja.

- Buenos días, Logan – dijo la morena apoyándose en el marco de la ventana - ¿Siempre te levantas tan pronto?

- Me he acostumbrado – se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

- Con lo bien que se esta en la cama… sobretodo si estas con alguien – dijo pretendiendo ser graciosa, pero se dio cuenta de lo desesperado que había sonado – Vale, olvida eso ultimo – dijo ligeramente colorada.

- ¿Olvidar el que? – le guiñó un ojo, haciendo sonreír a Gabriella - ¿Sabes? Parecemos estúpidos hablando por la ventana.

- La verdad es que si – se rio, sin saber muy bien por qué.

- ¿Te importa si voy? No pienses que tengo mucho morro o algo así, lo digo porque estas en pijama y no quería incomodarte…

Gabriella se miró la ropa y vio que era cierto, estaba con sus shorts y una camiseta de tirantes hablando por la ventana. El ligero rumor de hacia un instante se incrementó hasta alcanzar un tono similar al del tomate. ¿Y encima iba a ir a su casa?

- Como veas, pero te aviso que Paola lo tiene todo sin recoger… - dijo como última opción para que Logan cambiase de idea.

- Tu no has visto la habitación de Chace… En un segundo estoy allí – dijo, y desapareció de la vista de Gabriella, que aprovecho para poner la cafetera en marcha, y después abrió a su invitado.

- ¿No está Chace? – preguntó Gabriella en cuanto Logan entró. ¿Por qué le había preguntado eso?

- No, sale a correr todas las mañanas antes de ir a trabajar - se encogió de hombros - Yo prefiero el mini-
gimnasio que tengo en mi habitación.

Justo al lado de la ventana, pensó Gabriella instantáneamente.

- Bueno, y… ¿qué tal con Chace? Es un chico muy simpático - dijo con, claramente, segundas intenciones

- No me jodas… ¿Tú también con eso? – se quejó la morena

- ¿Cómo que yo también? ¿Quién más te ha dicho eso? – dijo riéndose.

- ¿Te parece divertido? Porque a mí en absoluto – bufó y se cruzó de brazos, dirigiéndose a la cocina para hacer café

- Oh, venga, no te pongas así. Es una broma… Lo hago simplemente para hacerle rabiar.

- Bueno, pues a mí no me gusta esa broma. Chase me cae bien, igual que tú. Nada más.

- Vale, vale… - suspiró él. Se sentó en la mesa de la cocina y la miro mientras hacia el café – ¿A qué hora entras?

- En un rato – dijo Gabriella girándose, ofreciéndole una taza humeante de café.

- Bueno, pues te acompaño. No tengo nada que hacer así que no es molestia – dijo antes de que ella pudiese decir nada para replicarle.

Gab le miró, dándose cuenta de cuanto sabía él sobre ella y lo poco, por no decir nada, que sabía de él. ¿Y si es un psicópata?, pensó ella, pero rechazó esa posibilidad de inmediato.

- ¿Estudias o trabajas? – soltó sin pensar Gabriella, lamentándose al segundo de haberlo dicho de aquella forma – Quiero decir…

- Ambas cosas – contestó él, cortándola – Mis padres compraron ese apartamento cuando empecé el instituto, porque tenían claro que estudiaría aquí. Pero a cambio me obligaron a pagarme los estudios, así que dependo mucho de becas. Aun con todo, tengo que trabajar para pagar facturas y para tener para mí – dijo como si fuese importante que supiera todo aquello.

- ¿Y qué estudias?

- Fotografía – contestó son sencillez

- ¿En serio? ¡Eso es genial! Me encanta la fotografía, he traído mi cámara desde Italia, aunque todavía no he podido salir a hacer fotos

- Cuando quieras vamos, sin ningún problema. Solo tienes que pegarme un grito por la ventana.

Ambos se rieron y tomaron el café mientras hablaban de fotografía, objetivos y muchas cosas más. Media hora más tarde los dos salieron de casa dirección al café donde Gabriella empezaba su jornada de trabajo. Mientras tanto, en unos edificios de oficinas cercanos:

-¡Paola!

La rubia soltó un suspiro impaciente ante la enésima llamada de alguien de la oficina. ¿Por qué era tan duro ser secretaria? En las películas todas lucían perfectas en sus tacones, sentadas detrás de un mostrador inmaculado y sin ninguna preocupación, mientras que en la realidad ella no hacía más que correr de un lado a otro haciendo equilibrios en sus tacones. Era un desastre, y gracias a dios era uno del que Rick parecía no enterarse. Cogió una de las miles de carpetas que le pedían y se la entregó al trabajador.

-Quiero morirme…- murmuró cojeando hasta su silla, sobre la que se sentó tras varias horas. Se quitó los tacones a patadas y casi gimió del gusto que le daba no tenerlos puestos mas. Cerró los ojos unos segundos hasta que empezó a escuchar un pequeño alboroto detrás de ella.

-Seguro que le hace horas extras al jefe…

-¿La has visto? Pero si ni siquiera sabe caminar sobre un par de tacones…

-Pues yo creo que está buena.

-Es una inútil. Solo se me ocurre una cosa por la que esté en este puesto con solo un día de trabajo.

Paola se giró y los miró. Le dolía que pensaran eso de ella, pero el hecho de que lo dijeran con tanto descaro le sorprendió mucho más que cualquier cosa.

Tenían razón, era raro que estuviera en semejante puesto, pero…

-Lo sabía. Dios, como pude ser tan tonta de aceptar esto…-se dijo para sí misma. Así que sin más, se levantó de su sitio. Ni siquiera reparó en que estaba descalza, con su falda color azul marino un poco arrugada, enseñando su increíblemente blanca piel, con el pelo hecho un desastre por culpa del ajetreo, ni en que su blusa dejaba ver uno de sus hombros. No le preocupaba para nada su aspecto, solo le importaba llegar al despacho de su increíble jefe y decirle lo que de verdad sentía.

-Rick. –soltó tragándose cualquier emoción que quisiera echarla hacia atrás.

Él subió la mirada hacia su nueva secretaria, la cual estaba adorablemente desorganizada, incluso descalza, y escondió una sonrisa y un comentario gracioso sobre su aspecto al ver su rostro. Estaba terriblemente seria, como si hubiera un asunto verdaderamente vital sobre el que hablar.

-Paola. –le devolvió el saludo y la invitó a pasar. Ella, con movimientos cuidadosos, cerró la puerta y tomó asiento frente a él. Se miraron a la cara unos segundos, hasta que ella abrió la boca.

-¿Por qué me has elegido como tu nueva secretaria?- preguntó inocentemente, con la expresión de una niña.
Rick carraspeó, se esperaba algo más… vital que esa pregunta.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Porque no quiero decepcionarte.-contestó sin dudarlo.

Él sonrió.

-Llevas en tu puesto solo…- echó un vistazo a su reloj- cuatro horas. Creo que difícilmente te daría tiempo a hacerlo.

Ella negó con la cabeza.

-Son cuatro horas, lo sé, pero no puedo. Quiero decir… ¡soy un desastre!- exclamó exasperada. –No sirvo para esto, no tengo experiencia, apenas puedo mantener el equilibrio sobre los tacones.-se miró los pies y se dio cuenta de que, efectivamente, estaba descalza. Soltó un juramento. - ¿Ves? Incluso se me olvida ir al despacho del jefe con zapatos. Vamos a ver, ¿a quien se le olvidaría eso?. –volvió a sacudir la cabeza.- Entiende porque te lo pregunto.

Se rio, y ella lo miró estupefacta.

-Te estas… riendo. –suspiró. –Lo dejo. –levantó los brazos al cielo y se levantó.

-Vamos, Paola. No te vayas. –salió a su encuentro y la detuvo. –Amanda era una víbora envidiosa a la que nadie soportaba.

Ella levantó una ceja y estuvo a punto de soltar un comentario bastante crudo sobre como soportaba su jefe a esa “víbora” que él llamaba. Pero era su jefe, y le debía un mínimo de respeto. Así que de mordió muy fuerte la lengua.

-Nadie entiende porque soy tu secretaria. No han parado de cuchichear en todo el día y aunque sus especulaciones sean mentira, si son muy molestas.

-¿Especulaciones?

-Creen que me acuesto contigo, y que por eso soy tu secretaria.

Él, por supuesto, se quedó callado. Vaya, vaya…

-Si no te sientes cómoda, te conseguiré otro puesto. Pero no te vas a ir de la empresa. Dame unos días y te buscare otro sitio, te lo prometo

Ella suspiró aliviada y contuvo las ganas de abrazarlo, pero a cambio, le regalo una gran sonrisa y un sincero “gracias”. Salió del despacho, aliviada, con la promesa de que en unos días sería un poco mejor, y con suerte, estaría haciendo algo para lo que realmente se sintiera capacitada. Con tal peso fuera de sus hombros se lo tomó todo con más calma. Volvió a su mesa, se puso los tacones y puso su mejor sonrisa, ignorando por completo todo lo que pudiesen decir de ella.

A pocas calles de las grandes oficinas, Gabriella se encontraba apoyada en la barra, con los ojos entrecerrados, mirando sin perder detalle a Chace y Logan. Parecían dos chicas adolescentes cuchicheando sobre el chico que les gustaba, y eso le traía muy mala espina. Mirándolos detenidamente, no tenían nada en común. Chace era tímido, algo torpe y con gesto serio. Seguro que incluso le avergonzaba hablar de cierto tipo de cosas. Su cabello era tan negro como la noche, mientras que el de Logan era bastante mas claro, casi dorado. Su carácter, al igual que su cabello, era totalmente opuesto al de su amigo. Miraba a todo el mundo a los ojos, sin sentir vergüenza alguna, sonreía con casi cualquier cosa y era extrovertido. Gabriella se seguía preguntando como dos personas tan distintas se trataban como hermanos.

-Parece que estuvieras mirando un experimento que ha salido mal. –se rio Rufus al pasar a su lado con un par de platos en dirección a la cocina.

-Bufé. –fue todo lo que contestó. Logan se giró a mirarla y le tiró un trozo de pan.

-Vamos, vaga. Sé que nos adoras, pero no dejes de eso afecte a tu trabajo.

-Ja, ja. –les hizo una mueca y cogió el pedido de una de sus mesas. Atendió a sus clientes de la forma mas ejemplar y volvió a mirarlos. Joder, seguían haciendo lo mismo. La estaban poniendo de los nervios. Caminó con un vaso vacío de un cliente y al caminar hacia la cocina, se metió en medio de los dos amigos para apartarlos aposta. Ambos se quejaron y ella sonrió. -Hay que dejar que corra el aire, chicos. –se rio y lo dejó en la cocina.

-Que rarita eres.

-Chace, tu eres el rey de los raritos.

-Ja, ja- la imitó y ella lo empujó, volviendo a su trabajo. Nota mental: no dejar que estos dos se junten.

Miró su reloj, pronto terminaría su turno y no había visto a Chace servir ni un solo café. No podía ser cierto, iba a irse a casa sin burlarse un poco mas de su espantosa habilidad con la máquina. No era justo.
Gabriella se resignó al ver que su deseo no se cumpliría mientras Logan estuviera allí y se concentró en su trabajo, que muy bien le venía el dinero. Sirvió unas cuantas hamburguesas y una infinidad de batidos a sus clientes en las pocas horas que restaban. A las 10 se terminó su turno y pasó a la parte de atrás a quitarse su uniforme. Se cambió en uno de los baños por sus pantalones cortos y una blusa de tirantes muy sencilla. Salió y se encontró con Paola sentada en la barra.

-Mmm… tienes cara rara, ¿Qué ha pasado?

-Lo he dejado. Ha sido una pesadilla. Todos hablaban de mí, decían que me acostaba con Rick… En serio, no sabes lo que ha sido.

Gabriella se sentó a su lado.

-Vaya… entonces, ¿no vas a volver?

-Rick va a ofrecerme otro puesto, pero eso será mañana.

-Es un jefe muy raro, lo sabes ¿verdad?

-Demasiado bueno, si. Dice que no va a dejar que me vaya de la empresa… Por lo que veo mi tío tiene bastante influencia.

Ambas se rieron y se levantaron para volver a su pequeño pero acogedor piso. Paola estaba agotada ya Gabriella le estaba entrando el hambre.

-Eh, chicas.

Ambas se giraron y miraron a Logan que las llamaba, se acercó corriendo hasta ellas con una sonrisita en la boca. Sospechoso.

-Vamos a organizar una fiesta el edificio.

Paola se quedó mirándolo.

-Ahhh…

Logan se rio.

-Estáis invitadas, chicas.

-Eh, gracias. –Gabriella miro a Paola y le habló en italiano. –Nuestra primera fiesta en Estados Unidos. Dios, estoy deseando que se cumplan todos los tópicos.

Paola empezó a reírse y cambió al inglés.

-Genial, ¿cuando será?

-Mañana – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Poneos muy guapas, ya os diremos la hora! –y sin dejar que replicasen, se despidió de ellas y se fue con Chace.

-¡FIESTA!- gritó Gabriella empezando a bailar en mitad de la calle. – ¡Al fin!

-Uff, ¿te has tomado la medicación?

-Cállate, solo estoy contenta. Con que eso era lo que llevaban tramando todo el día… Casi creí que estaban juntos o algo.