sábado, 28 de enero de 2012

1- Mi calle es Nueva York



- Señores pasajeros, estamos próximos a despegar. Por favor, abróchense los cinturones y pongan en posición vertical los respaldos de sus sillas. Apaguen los teléfonos móviles y cualquier otro equipo durante el despegue.

*Flashback*

El calor del verano comenzaba a colarse por las frescas calles de Milán, invitando a los habitantes de la ciudad a salir de sus casas. Sin embargo para los estudiantes, ese deseo les estaba completamente prohibido, como era el caso de Gabriella y Paola, dos estudiantes de interpretación. Cualquiera que las observara diría que su piel no había sido tocada por la luz del sol en días, y así era.

Su rutina se había convertido en pasar todas las horas diurnas encerradas en ese "mágico" lugar llamado biblioteca.

Era el último año de carrera, y solo quedaban unos escasos días para graduarse, aun así, no había sido fácil llegar hasta ese punto, pues habían tenido que sacrificar muchas cosas a lo largo de los años. Ahora se encontraban apurando los últimos detalles del trabajo de fin de curso, posiblemente lo más costoso que habían hecho nunca, ya que su nota final dependía de ese trabajo.

- No tendría que haberte hecho caso con el tema del trabajo – se quejaba constantemente Paola, ya que había elegido, al igual que Gabriella, la Edad de Oro del cine americano, un tema muy extenso.

- ¿Por qué? Si hay muchísimo de lo que hablar

- ¡Por eso mismo! Todo es importante, no puedo hacer una selección… Y tampoco quiero hacer un libro sobre el tema…

- No seas exagerada, Pao.

- Llevo 40 páginas, con letra pequeña, y no he añadido apenas imágenes… ¿Te parece que estoy siendo exagerada? – dijo levantando la voz algo mas de lo permitido en una biblioteca, haciendo que los demás estudiantes que allí estaban chistaran.

- A este paso no nos dará tiempo a terminar – suspiró Gabriella.

- ¿Nos tomamos un descansillo? Necesito un café – dijo ya levantándose Paola.

- Si por dios… A ver si así consigo despejarme.

Ambas salieron fuera, camino de la cafetería y, justo cuando iban a entrar, el teléfono de Paola comenzó a vibrar.

- Que oportunos… - murmuró, medio sonriendo.

Contestó, alejándose ligeramente de Gabriella, para volver junto a ella al minuto, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Me vas a decir que te pasa o te lo tengo que sacar a la fuerza? ¿Quién te ha llamado? – dijo impaciente Gabriella.

- ¿Te acuerdas del trabajo que solicité? – hizo una pausa, dejando a su amiga con ganas de saber mas - ¡Me lo han dado! Y ya sabes lo que eso significa.

*Fin del Flashback*

Todo en Nueva York parecía mágico, cada simple detalle, la gente, las luces de las calles, el ruido de sus coches, incluso el color amarillo de sus taxis. Tal vez fuera porque ambas se habían pasado toda su adolescencia y juventud soñando en secreto con llegar tan lejos, pero nada mas que eso; habían sido realistas, Nueva York era algo que quedaba muy lejos. Sin embargo, había momentos en la vida en los que el destino te sonreía y te daba una oportunidad de cumplir esos sueños.

Pao miró a su amiga con una inmensa sonrisa mientras salían por las puertas del aeropuerto, con un carro lleno de maletas con ellas. Gabriella se rio negando con la cabeza y cogió el primer taxi que cruzó delante de ellas. Se acercó al conductor para pedirle ayuda con el equipaje y en cuanto estuvieron sentadas en la parte de atrás del vehículo, el hombre se giró y las miró.

-¿Y bien? ¿Dónde quieren que las lleve?- preguntó con un inglés enredado, nada que ver con el que ellas estaban acostumbradas a oír durante sus viajes a Inglaterra.

-Bueno…- dudó Gabriella y miró a Paola, pues no tenía ni idea de donde se quedarían.

-Nos quedaremos en un estudio en Brooklyn. –sonrió la chica rubia y se apresuró a darle la dirección al taxista.

Fueron conscientes en carne propia del archi-famoso tráfico de la ciudad que nunca duerme, y como consecuencia, tardaron algo más de una hora. Con rapidez ayudaron el señor a bajar las maletas. Paola se encargó de pagar al taxista, y mientras tanto, Gabriella levantó la vista para observar el edificio donde se suponía que vivirían a partir de ahora. No era muy alto, calculaba que tendría, como mucho, cinco pisos, y su aspecto no era muy nuevo, pero a ella no pudo haberle parecido más perfecto.

Paola se encogió de hombros a su lado, fijándose ella también en el lugar.

-Vamos, tenemos que instalarnos cuanto antes.

Con dificultad metieron las grandes maletas, y resoplaron con muchísima fuerza al darse cuenta de que no tenía ascensor el edificio.

-Esto es increíble…- masculló Gabriella tirando una de las maletas por las escaleras, haciendo muchísimo ruido.

-Venga ya, sólo será un momento. Además, tres pisos no son tantos. –gritó desde el piso superior mientras abría la puerta, esperando a que Gabi llegara.

- ¿Necesitáis ayuda? – dijo un chico moreno saliendo del estudio de enfrente al de las chicas.

- Eh… bueno, no nos vendría mal – dijo Paola, sonriendo – Acabamos de llegar y…

- Sé lo que es eso – habló sinceramente, se notaba que él había pasado por algo parecido – Todos hemos tenido que mudarnos alguna vez, ¿no?

En ese momento Gabriella llegó al piso, sofocada, tirando de una de las maletas más pequeñas.

- Será mejor que os ayude, si – dijo el chico bajando por las escaleras dirección al portal.

- ¿Y este quien es? – dijo Gabriella tras haber recuperado un poco la respiración.

- El de enfrente – dijo Paola encogiéndose de hombros. Se apartó un poco de la puerta para dejarle sitio a su amiga – Bienvenida a Nueva York – dijo estirando los brazos.

-Oh, dios…- resopló ella y se quedó quieta en el umbral, observando el interior del estudio con la cara desencaja.

-Ya sé que no es lo más, pero es lo más asequible que he conseguido encontrar – se encogió de hombros – En dos días esto tendrá otra pinta, seguro.

- Eso espero, porque parece que se van a caer las paredes en cualquier momento.

- Exagerada – dijo riendo Paola, entrando al estudio y dejando dos de sus maletas encima de una de las camas.

- Habría que ayudar al chico de enfrente… No deberíamos abusar de él.

- Por mi no os preocupéis, ya está todo – dijo entrando en el estudio.

- Muchas gracias, te debemos una – dijo Paola acercándose, al igual que Gabriella.

- No ha sido nada – dijo rascándose la nuca – Además, tampoco eran tantas maletas… Tendrías que haber estado hace una semana… tuvimos que hacer cadena humana para poder subir todas las maletas de Ashley…

- Muchas gracias, de verdad – repitió Gabriella – Somos Paola y Gabriella, acabamos de llegar de Milán – dijo señalando primero a su amiga y luego a ella

- Yo soy Logan, encantado de conoceros, chicas – dijo sonriendo – Ya sabéis, si necesitáis algo estoy enfrente.

-Si, es posible que te usemos algo – se rio Paola, mientras Logan se iba de su estudio para volver al suyo.

Gabriella cerró la puerta y, después, corrió hacia la cama que no había ocupado Paola y se tiró sobre ella, para quedarse tumbada haciéndose la dormida.