martes, 16 de abril de 2013

3 - Dicen que dicen


- ¡¿Qué pasó que?! – gritó Gabriella al escuchar todo lo que le contaba Paola.

- La despidió y luego me ofreció su puesto a mí. ¿Tú lo entiendes? Porque yo no…

- Le dijiste que si, ¿no?

- Si, pero no termino de verme ahí…

- Bueno, tú encárgate de que te trate como a la pelirroja esa, ya sabes a lo que me refiero.

- Gab, es mi jefe – dijo intentando que entrara en razón.

-Pues preséntamelo, algo podremos apañar.

- ¿Tu que me querías contar? – dijo cambiando de tema, rápidamente, ya que se estaba yendo un poco de las manos.

- ¡Ah si! – dijo dándose un golpe flojito en la frente -¿Sabes quien es Chace?

- Si, tu compañero de curro, me lo has presentado antes, ¿recuerdas?

- Ja..ja.. No me refería a eso, es el compañero de piso de Logan. Ayer vine con los dos desde la cafetería hasta casa

- ¿En serio? Ahora no podrás liarte con los dos, porque se lo contaran, y todo será un caos, y se cabrearan y...

- Eh, eh, eh... ¡relaja! ¿En serio acabas de decir lo que me ha parecido escuchar? ¿De verdad crees que me voy a liar con alguno de los dos? - dijo la morena, riéndose.

- ¿Y por qué no? ¿Que tienen de malo? - se encogió de hombros.

- No, si no hay nada malo, pero no quiero nada con ninguno de ellos...

- Pues que sosa - se rio Paola - Bueno, ya es tarde y mañana tengo que madrugar.

- Esta bien, vamos a dormir...

Ambas amigas se metieron en sus respectivas camas y se quedaron dormidas prácticamente al instante.

A la mañana siguiente Gabriella se despertó cuando Paola se chocó con su cama.

- No llego... Voy a llegar tarde... - se la oía decir.

- Pero si son las 7 y media - dijo Gabriella con voz de dormida tras mirar el reloj.

- Y a las 8 tengo que estar allí - dijo histérica - ¿Donde están mis zapatos?

- Los tienes puestos.

- Ah, si, cierto...

- Este trabajo te va a matar

- Si no lo hace mi jefe antes... ¡Me voy que no llego! ¡Pásalo bien en el café!

- ¡¡No mueras de un infarto!! - dijo antes de que Paola cerrara la puerta y se fuera corriendo.

Gabriella intento volver a dormirse, pero ya era imposible; decidió levantarse, se dedicaría a decorar un poco el estudio. Se dirigió a la cocina para prepararse un café, pero al pasar por la ventana, la voz de Logan la frenó.

- ¡Buenos días, vecina! – dijo él con una sonrisa de oreja a oreja.

- Buenos días, Logan – dijo la morena apoyándose en el marco de la ventana - ¿Siempre te levantas tan pronto?

- Me he acostumbrado – se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

- Con lo bien que se esta en la cama… sobretodo si estas con alguien – dijo pretendiendo ser graciosa, pero se dio cuenta de lo desesperado que había sonado – Vale, olvida eso ultimo – dijo ligeramente colorada.

- ¿Olvidar el que? – le guiñó un ojo, haciendo sonreír a Gabriella - ¿Sabes? Parecemos estúpidos hablando por la ventana.

- La verdad es que si – se rio, sin saber muy bien por qué.

- ¿Te importa si voy? No pienses que tengo mucho morro o algo así, lo digo porque estas en pijama y no quería incomodarte…

Gabriella se miró la ropa y vio que era cierto, estaba con sus shorts y una camiseta de tirantes hablando por la ventana. El ligero rumor de hacia un instante se incrementó hasta alcanzar un tono similar al del tomate. ¿Y encima iba a ir a su casa?

- Como veas, pero te aviso que Paola lo tiene todo sin recoger… - dijo como última opción para que Logan cambiase de idea.

- Tu no has visto la habitación de Chace… En un segundo estoy allí – dijo, y desapareció de la vista de Gabriella, que aprovecho para poner la cafetera en marcha, y después abrió a su invitado.

- ¿No está Chace? – preguntó Gabriella en cuanto Logan entró. ¿Por qué le había preguntado eso?

- No, sale a correr todas las mañanas antes de ir a trabajar - se encogió de hombros - Yo prefiero el mini-
gimnasio que tengo en mi habitación.

Justo al lado de la ventana, pensó Gabriella instantáneamente.

- Bueno, y… ¿qué tal con Chace? Es un chico muy simpático - dijo con, claramente, segundas intenciones

- No me jodas… ¿Tú también con eso? – se quejó la morena

- ¿Cómo que yo también? ¿Quién más te ha dicho eso? – dijo riéndose.

- ¿Te parece divertido? Porque a mí en absoluto – bufó y se cruzó de brazos, dirigiéndose a la cocina para hacer café

- Oh, venga, no te pongas así. Es una broma… Lo hago simplemente para hacerle rabiar.

- Bueno, pues a mí no me gusta esa broma. Chase me cae bien, igual que tú. Nada más.

- Vale, vale… - suspiró él. Se sentó en la mesa de la cocina y la miro mientras hacia el café – ¿A qué hora entras?

- En un rato – dijo Gabriella girándose, ofreciéndole una taza humeante de café.

- Bueno, pues te acompaño. No tengo nada que hacer así que no es molestia – dijo antes de que ella pudiese decir nada para replicarle.

Gab le miró, dándose cuenta de cuanto sabía él sobre ella y lo poco, por no decir nada, que sabía de él. ¿Y si es un psicópata?, pensó ella, pero rechazó esa posibilidad de inmediato.

- ¿Estudias o trabajas? – soltó sin pensar Gabriella, lamentándose al segundo de haberlo dicho de aquella forma – Quiero decir…

- Ambas cosas – contestó él, cortándola – Mis padres compraron ese apartamento cuando empecé el instituto, porque tenían claro que estudiaría aquí. Pero a cambio me obligaron a pagarme los estudios, así que dependo mucho de becas. Aun con todo, tengo que trabajar para pagar facturas y para tener para mí – dijo como si fuese importante que supiera todo aquello.

- ¿Y qué estudias?

- Fotografía – contestó son sencillez

- ¿En serio? ¡Eso es genial! Me encanta la fotografía, he traído mi cámara desde Italia, aunque todavía no he podido salir a hacer fotos

- Cuando quieras vamos, sin ningún problema. Solo tienes que pegarme un grito por la ventana.

Ambos se rieron y tomaron el café mientras hablaban de fotografía, objetivos y muchas cosas más. Media hora más tarde los dos salieron de casa dirección al café donde Gabriella empezaba su jornada de trabajo. Mientras tanto, en unos edificios de oficinas cercanos:

-¡Paola!

La rubia soltó un suspiro impaciente ante la enésima llamada de alguien de la oficina. ¿Por qué era tan duro ser secretaria? En las películas todas lucían perfectas en sus tacones, sentadas detrás de un mostrador inmaculado y sin ninguna preocupación, mientras que en la realidad ella no hacía más que correr de un lado a otro haciendo equilibrios en sus tacones. Era un desastre, y gracias a dios era uno del que Rick parecía no enterarse. Cogió una de las miles de carpetas que le pedían y se la entregó al trabajador.

-Quiero morirme…- murmuró cojeando hasta su silla, sobre la que se sentó tras varias horas. Se quitó los tacones a patadas y casi gimió del gusto que le daba no tenerlos puestos mas. Cerró los ojos unos segundos hasta que empezó a escuchar un pequeño alboroto detrás de ella.

-Seguro que le hace horas extras al jefe…

-¿La has visto? Pero si ni siquiera sabe caminar sobre un par de tacones…

-Pues yo creo que está buena.

-Es una inútil. Solo se me ocurre una cosa por la que esté en este puesto con solo un día de trabajo.

Paola se giró y los miró. Le dolía que pensaran eso de ella, pero el hecho de que lo dijeran con tanto descaro le sorprendió mucho más que cualquier cosa.

Tenían razón, era raro que estuviera en semejante puesto, pero…

-Lo sabía. Dios, como pude ser tan tonta de aceptar esto…-se dijo para sí misma. Así que sin más, se levantó de su sitio. Ni siquiera reparó en que estaba descalza, con su falda color azul marino un poco arrugada, enseñando su increíblemente blanca piel, con el pelo hecho un desastre por culpa del ajetreo, ni en que su blusa dejaba ver uno de sus hombros. No le preocupaba para nada su aspecto, solo le importaba llegar al despacho de su increíble jefe y decirle lo que de verdad sentía.

-Rick. –soltó tragándose cualquier emoción que quisiera echarla hacia atrás.

Él subió la mirada hacia su nueva secretaria, la cual estaba adorablemente desorganizada, incluso descalza, y escondió una sonrisa y un comentario gracioso sobre su aspecto al ver su rostro. Estaba terriblemente seria, como si hubiera un asunto verdaderamente vital sobre el que hablar.

-Paola. –le devolvió el saludo y la invitó a pasar. Ella, con movimientos cuidadosos, cerró la puerta y tomó asiento frente a él. Se miraron a la cara unos segundos, hasta que ella abrió la boca.

-¿Por qué me has elegido como tu nueva secretaria?- preguntó inocentemente, con la expresión de una niña.
Rick carraspeó, se esperaba algo más… vital que esa pregunta.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Porque no quiero decepcionarte.-contestó sin dudarlo.

Él sonrió.

-Llevas en tu puesto solo…- echó un vistazo a su reloj- cuatro horas. Creo que difícilmente te daría tiempo a hacerlo.

Ella negó con la cabeza.

-Son cuatro horas, lo sé, pero no puedo. Quiero decir… ¡soy un desastre!- exclamó exasperada. –No sirvo para esto, no tengo experiencia, apenas puedo mantener el equilibrio sobre los tacones.-se miró los pies y se dio cuenta de que, efectivamente, estaba descalza. Soltó un juramento. - ¿Ves? Incluso se me olvida ir al despacho del jefe con zapatos. Vamos a ver, ¿a quien se le olvidaría eso?. –volvió a sacudir la cabeza.- Entiende porque te lo pregunto.

Se rio, y ella lo miró estupefacta.

-Te estas… riendo. –suspiró. –Lo dejo. –levantó los brazos al cielo y se levantó.

-Vamos, Paola. No te vayas. –salió a su encuentro y la detuvo. –Amanda era una víbora envidiosa a la que nadie soportaba.

Ella levantó una ceja y estuvo a punto de soltar un comentario bastante crudo sobre como soportaba su jefe a esa “víbora” que él llamaba. Pero era su jefe, y le debía un mínimo de respeto. Así que de mordió muy fuerte la lengua.

-Nadie entiende porque soy tu secretaria. No han parado de cuchichear en todo el día y aunque sus especulaciones sean mentira, si son muy molestas.

-¿Especulaciones?

-Creen que me acuesto contigo, y que por eso soy tu secretaria.

Él, por supuesto, se quedó callado. Vaya, vaya…

-Si no te sientes cómoda, te conseguiré otro puesto. Pero no te vas a ir de la empresa. Dame unos días y te buscare otro sitio, te lo prometo

Ella suspiró aliviada y contuvo las ganas de abrazarlo, pero a cambio, le regalo una gran sonrisa y un sincero “gracias”. Salió del despacho, aliviada, con la promesa de que en unos días sería un poco mejor, y con suerte, estaría haciendo algo para lo que realmente se sintiera capacitada. Con tal peso fuera de sus hombros se lo tomó todo con más calma. Volvió a su mesa, se puso los tacones y puso su mejor sonrisa, ignorando por completo todo lo que pudiesen decir de ella.

A pocas calles de las grandes oficinas, Gabriella se encontraba apoyada en la barra, con los ojos entrecerrados, mirando sin perder detalle a Chace y Logan. Parecían dos chicas adolescentes cuchicheando sobre el chico que les gustaba, y eso le traía muy mala espina. Mirándolos detenidamente, no tenían nada en común. Chace era tímido, algo torpe y con gesto serio. Seguro que incluso le avergonzaba hablar de cierto tipo de cosas. Su cabello era tan negro como la noche, mientras que el de Logan era bastante mas claro, casi dorado. Su carácter, al igual que su cabello, era totalmente opuesto al de su amigo. Miraba a todo el mundo a los ojos, sin sentir vergüenza alguna, sonreía con casi cualquier cosa y era extrovertido. Gabriella se seguía preguntando como dos personas tan distintas se trataban como hermanos.

-Parece que estuvieras mirando un experimento que ha salido mal. –se rio Rufus al pasar a su lado con un par de platos en dirección a la cocina.

-Bufé. –fue todo lo que contestó. Logan se giró a mirarla y le tiró un trozo de pan.

-Vamos, vaga. Sé que nos adoras, pero no dejes de eso afecte a tu trabajo.

-Ja, ja. –les hizo una mueca y cogió el pedido de una de sus mesas. Atendió a sus clientes de la forma mas ejemplar y volvió a mirarlos. Joder, seguían haciendo lo mismo. La estaban poniendo de los nervios. Caminó con un vaso vacío de un cliente y al caminar hacia la cocina, se metió en medio de los dos amigos para apartarlos aposta. Ambos se quejaron y ella sonrió. -Hay que dejar que corra el aire, chicos. –se rio y lo dejó en la cocina.

-Que rarita eres.

-Chace, tu eres el rey de los raritos.

-Ja, ja- la imitó y ella lo empujó, volviendo a su trabajo. Nota mental: no dejar que estos dos se junten.

Miró su reloj, pronto terminaría su turno y no había visto a Chace servir ni un solo café. No podía ser cierto, iba a irse a casa sin burlarse un poco mas de su espantosa habilidad con la máquina. No era justo.
Gabriella se resignó al ver que su deseo no se cumpliría mientras Logan estuviera allí y se concentró en su trabajo, que muy bien le venía el dinero. Sirvió unas cuantas hamburguesas y una infinidad de batidos a sus clientes en las pocas horas que restaban. A las 10 se terminó su turno y pasó a la parte de atrás a quitarse su uniforme. Se cambió en uno de los baños por sus pantalones cortos y una blusa de tirantes muy sencilla. Salió y se encontró con Paola sentada en la barra.

-Mmm… tienes cara rara, ¿Qué ha pasado?

-Lo he dejado. Ha sido una pesadilla. Todos hablaban de mí, decían que me acostaba con Rick… En serio, no sabes lo que ha sido.

Gabriella se sentó a su lado.

-Vaya… entonces, ¿no vas a volver?

-Rick va a ofrecerme otro puesto, pero eso será mañana.

-Es un jefe muy raro, lo sabes ¿verdad?

-Demasiado bueno, si. Dice que no va a dejar que me vaya de la empresa… Por lo que veo mi tío tiene bastante influencia.

Ambas se rieron y se levantaron para volver a su pequeño pero acogedor piso. Paola estaba agotada ya Gabriella le estaba entrando el hambre.

-Eh, chicas.

Ambas se giraron y miraron a Logan que las llamaba, se acercó corriendo hasta ellas con una sonrisita en la boca. Sospechoso.

-Vamos a organizar una fiesta el edificio.

Paola se quedó mirándolo.

-Ahhh…

Logan se rio.

-Estáis invitadas, chicas.

-Eh, gracias. –Gabriella miro a Paola y le habló en italiano. –Nuestra primera fiesta en Estados Unidos. Dios, estoy deseando que se cumplan todos los tópicos.

Paola empezó a reírse y cambió al inglés.

-Genial, ¿cuando será?

-Mañana – dijo con una sonrisa de oreja a oreja – Poneos muy guapas, ya os diremos la hora! –y sin dejar que replicasen, se despidió de ellas y se fue con Chace.

-¡FIESTA!- gritó Gabriella empezando a bailar en mitad de la calle. – ¡Al fin!

-Uff, ¿te has tomado la medicación?

-Cállate, solo estoy contenta. Con que eso era lo que llevaban tramando todo el día… Casi creí que estaban juntos o algo.

jueves, 5 de julio de 2012


 Personajes

 



Paola Jacometti






Gabriella Lussardi





Chace Bellamy








Logan White








Richard (Rick) St. James















viernes, 24 de febrero de 2012

2 - Manhattan


- ¡Ay mimadre!

Un grito,proveniente de Gabriella, recorrió el pequeño estudio que compartían las doschicas italianas, despertando a Paola. 

- ¿Se puede saberque pasa? - dijo con voz adormilada. 

- Pao, corre, ven -dijo su compañera sin separarse de la ventana, mirando embobada a través deella. 

La rubia se levantoa regañadientes de la cama y camino lentamente por la habitación, hasta llegaral lugar donde estaba su compañera. 

- ¿Que es lo que sesupone que...? - pero no pudo terminar la frase ya que Gabriella le había hechogirar la cabeza hacia lo que quería enseñarle. 

- Mammamia!! ¡Le estás espiado! 

- Yo notengo la culpa de que haga esas cosas delante de la ventana - se defendió lamorena. 

- Pero side seguir mirando - se rio Paola - Anda, déjale, estoy segura de que no querráque le observen. 

- ¡Si soloesta haciendo pesas! ¿Que hay de malo?

- Pues queesta sin camiseta - volvió a reírse al ver como su amiga comenzaba a abanicarse- Venga, en serio. 

- Vaaale -dijo caminando hasta su cama arrastrando los pies. 

- Mira, unaque se ha enamorado. Y llevamos aquí cuatro días... Buen ritmo, si señor -bromeo Paola. 

- Oye, oye,oye... que estuviera admirando su cuerpo no significaba mas que eso. Logan noes para mi, aspiro a mucho mas - dijo bromeando. 

- Si,bueno, lo que tu digas... Oye, ¿que hora es? Yo tengo que estar en La revista alas 10 - dijo cambiando de tema Paola. 

- Te quedan2 horas entonces. 

- Tengotiempo todavía. ¿Tu que vas a hacer? ¿Te vas a quedar admirando su cuerpo? - bromeola rubia. 

- Si, muygraciosa... Había pensado en acompañarte y luego ponerme a buscar trabajo. 

- Me pareceperfecto, vamos a desayunar pues. 

Media hora después,las dos chicas ya estaban duchadas y preparadas para salir a la calle.Caminaron por las calles ya repletas de gente de Nueva York, con un café y unmuffin en la mano haciendo las veces de desayuno observando cada edificio, cadarincón de la ciudad. Al poco llegaron al enorme bloque de oficinas donde iba atrabajar Paola; habían llegado pronto, así que optaron por sacar la cámara defotos e inmortalizar cada espacio que consideraran merecedor de formar parte desu gran colección de fotos de Nueva York. 

- ¿Que vas a hacermientras yo estoy trabajando? - pregunto Paola en las puertas de cristal deledificio. 

- Supongoque daré vueltas por Manhattan. 

- ¡Eh! ¡Queyo también quiero!

- ¡Uy! Siva a ser aburridísimo... Todo el tiempo andando y viendo cosas... Un verdaderobodrio. 

- Si, ya,claro - se rio la rubia. 

- Anda,entra ya que al final vas a llegar tarde - le metió prisa Gabriella.

Paola se quedó enlas puertas del ascensor, completamente sola, esperando a que este llegara. Seimaginó la cantidad de gente interesante, y muy ocupada, que lo usaría todoslos días. Trabajar en Nueva York tenía que ser un sueño, y ella dentro de pocolo estaría cumpliendo.

“Tín”

Un repiqueteo lahizo saltar en su sitio y las puertas se abrieron revelando un contenido que laasustaba un poco… Varios hombres y mujeres arregladísimos, con carpetas llenasde papeles en sus manos la miraban fijamente, como animándola a que subiera deuna vez, pues tenían prisa. Agobiada por ese detalle, entró y miró el panellleno de botones que llegaban hasta la 13 planta, suspiró y dio al botón conaquel número, el cual se iluminó, y al fin las puertas se cerraron. Se puso contrauna esquina para no estorbar a los demás y esperó hasta que al fin llegó hastasu planta, completamente sola, claro.

Se quedó expectanteunos segundos y vio en el lateral del gran pasillo una mesa de color blanco conuna mujer pelirroja y muy maquillada detrás.

-Hola…- dijo tímidamente y la chica apenas levantó la mirada de su teclado. Paola miróalrededor y pensó por un momento en que la chica podría estar sorda… o algo así.Empezó a dar golpecitos con el pie y casi le dieron ganas de gritarle hasta queal fin se dignó a mirarla. Menos mal,chata. Pensó.

-Hola, ¿queríasalgo?- se levantó revelando una estatura abrumadora. ¡¿Joder es que aquí todos son altos?!  

-Si, estoy buscandoal redactor jefe. Se llamaba

-Richard St. James- completo la chica levantando las cejas. –Tu nombre, por favor.

-Paola Jacometti.

La chica miró en ungrupo de papeles y pasó varias hojas hasta que vio su nombre, junto con unaanotación en boli.

-Bien, el señor St.James te está esperando. –empezó a caminar delante de ella, guiándola a travésde varios pasillos acristalados. Las vistas eran impresionantes, había queadmitirlo. Se lo iba a pasar genial…

La secretaria lahizo esperar  en la puerta del que debíaser el despacho de su jefe; Paola comenzó a caminar en círculos, impaciente,pensando en si su jefe sería un cabrón que la obligase a trabajar 20 horas sindescanso. Finalmente, pudo entrar en el despacho y lo primero que pensó fue queera demasiado grande para una sola persona. Estaba notablemente nerviosa,habían mil y un posibilidades distintas sobre como podría ser su jefe, peroninguna se acercaba remotamente a la realidad.

Se quedó mirando aun hombre realmente alto, de espaldas a ella, que miraba por una de las grandesventanas que abarcaban casi la pared entera. Escuchó a la chica que la acompañópresentarla y el hombre se giró. Paola abrió mucho los ojos. Honestamente, seesperaba a un tipo canoso, de unos 40 años como muy joven, vestido con un trajejodidamente caro, pero la realidad era que su “jefe” era apenas mayor que ella.No llegaba a los 30, por mucho que quisiera aparentarlos. Y no se notaba apenasque así lo quería. Llevaba el pelo color rubio peinado hacia atrás, algo que ledaba un aire muy atractivo, y un traje que costaría miles de dólares de colornegro.

Qué suerte la mia… Pensó y se obligó a mirar a otro lado, pues noquería parecer una adolescente hormonada.

-Oh, tu eres lasobrina de Paul Jacometti. Mi padre me ha hablado de ti.

Y espero que bien.

-Hola. –fue todo loque pudo decir y sonrió mientras él le tendía la mano.

Él le devolvió lasonrisa y a Paola casi le dieron ganas de morirse. ¿Por qué su jefe tenía queestar tan bueno? Vamos a ver, si fuera un compañero, no habría ningún problema…PERO SU JEFE?!?!?!?!?.

-Amanda, acompáñalapor favor a su nuevo puesto de trabajo. –miró a la chica pelirroja. –Luego teveo.- añadió y le guiñó un ojo, ella como respuesta le dedicó una sonrisasatisfecha. Se dio la vuelta haciendo alarde de su cuerpo y salió con Paoladetrás, que ahora se sentía un poco rara. No se despidió dado que Amanda nohacía más que decirle que se diera prisa.

¿En serio? Pensó negando con la cabeza. Le había tocado el típico casojefe-se-tira-a-su-secretaria. ¡Qué original!

-Bien, aquí es. Yanos veremos. –y casi se fue corriendo por el pasillo de donde habían venido .

Solo te falta la bandeja de plata y uncartelito que ponga “servicio 24 horas”, bonita.

Paola se sentó enla silla que había en su “despacho”, por llamarlo de alguna manera y encendióel ordenador. ¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¿Para que la habíancontratado? Se encogió de hombros y comenzó a escribir un mail para su tío, agradeciéndolela oportunidad que le había dado.

Mientras tanto, Gabriellacaminaba por Manhattan, observando cada edificio sonriendo; no se podía creerque estuviese allí, y todo gracias al tío de Paola… Pero tampoco iba a dejarque su amiga pagase todo, tenia que encontrar un trabajo como fuese. Pero eso será después de un café, pensóal ver un bar estilo años 50, en el que las camareras iban en patines y teníanbatidos enormes y cafés deliciosos. Todo le recordaba a la película de Grease,solo esperaba encontrarse a Sandy por ahí con Danny tomándose un batido.Demasiado cine, si.

Se sentó en unbanco de color negro y se apartó el pelo de los hombros, hacía un poco de calory se pensó mejor lo del café… un batido estaría mejor. Miró con atención por labarra y buscó a alguien que la atendiera, pero no fue así. Al fondo había unchico que parecía totalmente perdido. Parado frente a una gigante máquina decafé que parecía de otro siglo, y que probablemente lo era, estaba trabadointentando hacerla funcionar. Gabriella frunció el ceño y tras varios minutosse dio por vencida y salió a ayudarlo, el tipo perdería el trabajo si no sedaba prisa.

-Ven, déjame que teayude.

Él la miró dearriba abajo y le dio la espalda.

-No trabajas aquí,esto es asunto mío…

-Venga, pero si notienes ni idea. Sólo te diré como funciona, nada más, a menos que quieras quete echen. –se cruzó de brazos y levantó las cejas.

-Pero date prisa.–se rindió y la dejó frente a la máquina. Gabriella le sonrió sarcásticamente ypreparó el café en la máquina como una profesional. Sus padre tenían un bar conuna máquina parecida, y casi todos los fines de semana se veía obligada aayudar.

-Listo. Tu caféhecho. No es tan difícil. –le dio el café y le explicó como lo había hecho. Elchico aun no salía de su asombro porque una extraña le ayudase y le dio lasgracias. Ella asintió y volvió a sentarse en su sitio. Un hombre algo más mayorse la quedó mirando y se acercó hasta ella.

-Hola, soy Rufus.Gracias por la ayuda al chico nuevo - Le dedicó una sonrisa muy paternal. - ¿Tegustaría trabajar aquí? Puede que necesitemos un poco de ayuda especializada.

Gabriella se quedóalucinando… No podía creerse su suerte ¿sería el karma?

-Ehm… claro. Mevendría genial. –sonrió encantada. Rufus se encargó de explicarle con calmacomo sería su nuevo trabajo, ayudaría a Chace en la barra y el horario sería elmismo que el de él. Y eso si, se llevó el batido gratis. Miró la hora porenésima vez y se resistió a llamar a su amiga, seguramente estaría muy ocupadaen su primer día.

Paola llevaba casiuna hora sentada frente al escritorio. Ya había hecho un ejército entero deaviones de papel y ahora se dedicaba a jugar con los clips, pretendiendo hacerun collar larguísimo. Aun no le habían dicho que debía hacer, y se sentía comosi se hubiesen olvidado de ella por completo. Estaba a punto de ponerse a jugaral solitario cuando vio a la pelirroja salir del pasillo que conducía aldespacho de su jefe, algo despeinada y acomodándose de forma ansiosa la ropa.Cogió su iPhone y mandó un mensaje a Gabriella:

“El jefe acaba detirarse a la secretaria. SOS”

Al minuto llegó unmensaje:

“Qué dices! ¿Ycuanto ha durado? Mira que es tu jefe, mas le vale que sea bueno.”

“No se… ¿una hora?La verdad es que parece contenta… Qué perra”

“Toma ya. No lallames así a la pobre, algo tendría que hacer… seguro que sólo sirve para eso.Por cierto, no seas envidiosa”

“ja-ja.”

“Oye, pero tu notenías que trabajar?”

“Como no seahaciendo collares con clips, no se para que me quieren. Por cierto, ¿teinteresaría uno?”

“No, que no megustan esas cosas tan vulgares y baratas, o sea. Ale, haz algo, ve a fichar tíosbuenos, ALGO”

“El jefe, hija mía,el jefe. Ya te contaré. ¿Tú que haces?”

“Pues… estar aquí,mirando a mi futuro compañero de trabajo. Se llama Chace”

“¿Qué ya tienestrabajo? Que rapidez… y esta bueno?”

“No tanto comoLogan, créeme.  Mis hormonas aun no sehan recuperado”

“Logan no es nadadel otro mundo… Te he dicho ya que mi jefe no es de este mundo? Creo quenecesitamos un buen polvo….”

“Amén, hermana.Amén. Te dejo que Chace me mira mal, y como tengo que pasar el resto del veranocon él, mas me vale que nos llevemos bien. Arrivederci”

Paola dejó el móvilsobre la mesa y se pensó seriamente acosar a quien quiera que estuviera en elpuesto de al lado. Pero otro mensaje de Gabriella le interrumpió en el momentoen que iba a lanzarle un avioncito de papel a su compañero de al lado.

“A que hora paraspara comer?”

“Justo ahora”

Paola cogió sumóvil y su bolso y volvió a bajar en el ascensor. Por suerte, ahora estabasola, y no tenia que sentir las miradas fijas en ella.

Se puso los cascosy siguió las indicaciones de Gabriella para llegar al bar; por suerte no estabamuy lejos y en diez minutos ya estaba allí.

- ¿Qué tal la clasede bisutería? – bromeo Gabriella.

- ¿Aquí se puedecomer? – dijo ella ignorándola y dejando el bolso sobre los asientos largos característicosde los bares como aquel.

- A partir demañana trabajo aquí, así que si, se puede comer, ya me he aprendido la cartaentera. Fíjate que lista soy… Aquí solo contratan a gente con un coeficienteintelectual alto.

- Si, lo que tudigas… Bueno, dime, ¿quien es el tal Chace? – dijo Paola, y Gabriella señaló aun chico atareado preparando, o intentado preparar, un café – Si, creo quenecesita ayuda aquí – y ambas se rieron.

- ¡Chace! – gritóla morena – Atiéndenos y di a otro que prepare ese café, por la seguridad detodos.

Chace se acercó ala mesa de las dos amigas con cara de resignado.

- Gabriella, teestas tomando demasiadas confianzas para ser el primer día… - carraspeó –Quiero decir… Bienvenidas a “Grease Coffee & Shake”, ¿qué desean tomar? Permítanmerecomendarles el café bombón, nuestra especialidad.

- ¿En serio? ¿Nosrecomiendas un café que no sabes preparar? – dijo Gabriella partiéndose elculo.

- Yo quiero unahamburguesa con patatas y una coca cola, y lo mismo para Gaby – dijo Paola,negando con la cabeza.

- Ahora mismo os lotraigo – dijo Chace mas rojo que un tomate.

- Gab, como tepasas con el chaval… - comentó la rubia intentando no reírse también.

Gabriella soltó unaexpresión en italiano, para que solo ellas pudieran entenderlo, justo cuandoChace volvía con dos coca colas.

-Gracias futurocompañero de curro. –le sonrió Gaby y él se fue negando con la cabeza. Que dioslo guardara de esta loca el resto del verano.

Paola empezó acomerse sus patatas y se quedaron cotilleando sobre todo lo que habían hecho,lo cual no era mucho, pues Paola se aburría mucho en su oficina y Gaby se habíapasado la mañana mirando al torpe de Chace. Después de una hora, Paola teníaque volver, se había pasado casi 20 minutos de la hora, aunque que más daba,nadie la hacía caso.
Llegó a su planta yse encontró con la pelirroja guarrilla, que la miraba como con malicia.

- El señor St.James te espera en su despacho, y yo no le haría esperar más.

Paola tragó saliva;¿era el primer día y ya se había metido en problemas?

Caminó rápidamentehasta el despacho y llamo a la puerta; nadie contestó, así que entrodirectamente. Le buscó con la mirada, pero lo único que encontró fue el enormesillón que usaba como silla dado la vuelta hacia el gran ventanal.

- ¿Señor St. James?– preguntó ella con un hilo de voz.

- ¿Dónde estabas? –dijo su voz desde detrás del sillón.

- Fui a comer y… seretrasaron con la comida…. Lo siento…

- ¿Puedes decirmeque es lo que has hecho toda la mañana?

- Pues… yo… no hehecho nada, señor.

- ¡Exacto! Y yo novoy a permitir que nadie gane dinero por no hacer nada.

- Pero yo…

- Hasta donde yose, Amanda te encomendó varias tareas, de las cuales no has hecho absolutamenteninguna – le interrumpió su jefe.

- Señor, St. James,a mi nadie me dijo que tenia que hacer…

- ¿Cómo? –dijodándose la vuelta con la silla - ¿Amanda no te dijo…?

- No, señor St.James – le interrumpió ella esta vez.

- Siento todo esto,de verdad – suspiró sonoramente y se levantó con cara de cabreado del sillón -¿Te importa esperar aquí un instante? ¡Ah! Y deja de llamarme señor St. James –dijo antes de que ella contestara – Eso me hace aparentar una edad que notengo. Llámame Rick.

- Está bien, Rick.

Él salió de allícon paso decidido dejando a Paola sola, quien se tuvo que contener para nocorrer detrás de él para ver que pasaba, aunque se quedó cerca de la puertapara por lo menos poder escuchar. Al minuto, se escuchó a Amanda gritarle aRick cosas que, de verdad, no deberían ser dichas en una oficina a alguien comoél, delante de todos sus trabajadores. Nunca se pensó que el simple hecho deque no le hubiese dicho lo que tenía que hacer, haría que Amanda perdiese sutrabajo. Era casi surrealista.

Cuando Rick volvió aldespacho, Paola le siguió con la mirada hasta que volvió a sentarse. Todo sequedó en silencio, solo se oían los gritos de Amanda provenientes de fuera.

- Bien – suspiró Rick– Hay un puesto de secretaria libre, ¿te interesa?

sábado, 28 de enero de 2012

1- Mi calle es Nueva York



- Señores pasajeros, estamos próximos a despegar. Por favor, abróchense los cinturones y pongan en posición vertical los respaldos de sus sillas. Apaguen los teléfonos móviles y cualquier otro equipo durante el despegue.

*Flashback*

El calor del verano comenzaba a colarse por las frescas calles de Milán, invitando a los habitantes de la ciudad a salir de sus casas. Sin embargo para los estudiantes, ese deseo les estaba completamente prohibido, como era el caso de Gabriella y Paola, dos estudiantes de interpretación. Cualquiera que las observara diría que su piel no había sido tocada por la luz del sol en días, y así era.

Su rutina se había convertido en pasar todas las horas diurnas encerradas en ese "mágico" lugar llamado biblioteca.

Era el último año de carrera, y solo quedaban unos escasos días para graduarse, aun así, no había sido fácil llegar hasta ese punto, pues habían tenido que sacrificar muchas cosas a lo largo de los años. Ahora se encontraban apurando los últimos detalles del trabajo de fin de curso, posiblemente lo más costoso que habían hecho nunca, ya que su nota final dependía de ese trabajo.

- No tendría que haberte hecho caso con el tema del trabajo – se quejaba constantemente Paola, ya que había elegido, al igual que Gabriella, la Edad de Oro del cine americano, un tema muy extenso.

- ¿Por qué? Si hay muchísimo de lo que hablar

- ¡Por eso mismo! Todo es importante, no puedo hacer una selección… Y tampoco quiero hacer un libro sobre el tema…

- No seas exagerada, Pao.

- Llevo 40 páginas, con letra pequeña, y no he añadido apenas imágenes… ¿Te parece que estoy siendo exagerada? – dijo levantando la voz algo mas de lo permitido en una biblioteca, haciendo que los demás estudiantes que allí estaban chistaran.

- A este paso no nos dará tiempo a terminar – suspiró Gabriella.

- ¿Nos tomamos un descansillo? Necesito un café – dijo ya levantándose Paola.

- Si por dios… A ver si así consigo despejarme.

Ambas salieron fuera, camino de la cafetería y, justo cuando iban a entrar, el teléfono de Paola comenzó a vibrar.

- Que oportunos… - murmuró, medio sonriendo.

Contestó, alejándose ligeramente de Gabriella, para volver junto a ella al minuto, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Me vas a decir que te pasa o te lo tengo que sacar a la fuerza? ¿Quién te ha llamado? – dijo impaciente Gabriella.

- ¿Te acuerdas del trabajo que solicité? – hizo una pausa, dejando a su amiga con ganas de saber mas - ¡Me lo han dado! Y ya sabes lo que eso significa.

*Fin del Flashback*

Todo en Nueva York parecía mágico, cada simple detalle, la gente, las luces de las calles, el ruido de sus coches, incluso el color amarillo de sus taxis. Tal vez fuera porque ambas se habían pasado toda su adolescencia y juventud soñando en secreto con llegar tan lejos, pero nada mas que eso; habían sido realistas, Nueva York era algo que quedaba muy lejos. Sin embargo, había momentos en la vida en los que el destino te sonreía y te daba una oportunidad de cumplir esos sueños.

Pao miró a su amiga con una inmensa sonrisa mientras salían por las puertas del aeropuerto, con un carro lleno de maletas con ellas. Gabriella se rio negando con la cabeza y cogió el primer taxi que cruzó delante de ellas. Se acercó al conductor para pedirle ayuda con el equipaje y en cuanto estuvieron sentadas en la parte de atrás del vehículo, el hombre se giró y las miró.

-¿Y bien? ¿Dónde quieren que las lleve?- preguntó con un inglés enredado, nada que ver con el que ellas estaban acostumbradas a oír durante sus viajes a Inglaterra.

-Bueno…- dudó Gabriella y miró a Paola, pues no tenía ni idea de donde se quedarían.

-Nos quedaremos en un estudio en Brooklyn. –sonrió la chica rubia y se apresuró a darle la dirección al taxista.

Fueron conscientes en carne propia del archi-famoso tráfico de la ciudad que nunca duerme, y como consecuencia, tardaron algo más de una hora. Con rapidez ayudaron el señor a bajar las maletas. Paola se encargó de pagar al taxista, y mientras tanto, Gabriella levantó la vista para observar el edificio donde se suponía que vivirían a partir de ahora. No era muy alto, calculaba que tendría, como mucho, cinco pisos, y su aspecto no era muy nuevo, pero a ella no pudo haberle parecido más perfecto.

Paola se encogió de hombros a su lado, fijándose ella también en el lugar.

-Vamos, tenemos que instalarnos cuanto antes.

Con dificultad metieron las grandes maletas, y resoplaron con muchísima fuerza al darse cuenta de que no tenía ascensor el edificio.

-Esto es increíble…- masculló Gabriella tirando una de las maletas por las escaleras, haciendo muchísimo ruido.

-Venga ya, sólo será un momento. Además, tres pisos no son tantos. –gritó desde el piso superior mientras abría la puerta, esperando a que Gabi llegara.

- ¿Necesitáis ayuda? – dijo un chico moreno saliendo del estudio de enfrente al de las chicas.

- Eh… bueno, no nos vendría mal – dijo Paola, sonriendo – Acabamos de llegar y…

- Sé lo que es eso – habló sinceramente, se notaba que él había pasado por algo parecido – Todos hemos tenido que mudarnos alguna vez, ¿no?

En ese momento Gabriella llegó al piso, sofocada, tirando de una de las maletas más pequeñas.

- Será mejor que os ayude, si – dijo el chico bajando por las escaleras dirección al portal.

- ¿Y este quien es? – dijo Gabriella tras haber recuperado un poco la respiración.

- El de enfrente – dijo Paola encogiéndose de hombros. Se apartó un poco de la puerta para dejarle sitio a su amiga – Bienvenida a Nueva York – dijo estirando los brazos.

-Oh, dios…- resopló ella y se quedó quieta en el umbral, observando el interior del estudio con la cara desencaja.

-Ya sé que no es lo más, pero es lo más asequible que he conseguido encontrar – se encogió de hombros – En dos días esto tendrá otra pinta, seguro.

- Eso espero, porque parece que se van a caer las paredes en cualquier momento.

- Exagerada – dijo riendo Paola, entrando al estudio y dejando dos de sus maletas encima de una de las camas.

- Habría que ayudar al chico de enfrente… No deberíamos abusar de él.

- Por mi no os preocupéis, ya está todo – dijo entrando en el estudio.

- Muchas gracias, te debemos una – dijo Paola acercándose, al igual que Gabriella.

- No ha sido nada – dijo rascándose la nuca – Además, tampoco eran tantas maletas… Tendrías que haber estado hace una semana… tuvimos que hacer cadena humana para poder subir todas las maletas de Ashley…

- Muchas gracias, de verdad – repitió Gabriella – Somos Paola y Gabriella, acabamos de llegar de Milán – dijo señalando primero a su amiga y luego a ella

- Yo soy Logan, encantado de conoceros, chicas – dijo sonriendo – Ya sabéis, si necesitáis algo estoy enfrente.

-Si, es posible que te usemos algo – se rio Paola, mientras Logan se iba de su estudio para volver al suyo.

Gabriella cerró la puerta y, después, corrió hacia la cama que no había ocupado Paola y se tiró sobre ella, para quedarse tumbada haciéndose la dormida.