viernes, 24 de febrero de 2012

2 - Manhattan


- ¡Ay mimadre!

Un grito,proveniente de Gabriella, recorrió el pequeño estudio que compartían las doschicas italianas, despertando a Paola. 

- ¿Se puede saberque pasa? - dijo con voz adormilada. 

- Pao, corre, ven -dijo su compañera sin separarse de la ventana, mirando embobada a través deella. 

La rubia se levantoa regañadientes de la cama y camino lentamente por la habitación, hasta llegaral lugar donde estaba su compañera. 

- ¿Que es lo que sesupone que...? - pero no pudo terminar la frase ya que Gabriella le había hechogirar la cabeza hacia lo que quería enseñarle. 

- Mammamia!! ¡Le estás espiado! 

- Yo notengo la culpa de que haga esas cosas delante de la ventana - se defendió lamorena. 

- Pero side seguir mirando - se rio Paola - Anda, déjale, estoy segura de que no querráque le observen. 

- ¡Si soloesta haciendo pesas! ¿Que hay de malo?

- Pues queesta sin camiseta - volvió a reírse al ver como su amiga comenzaba a abanicarse- Venga, en serio. 

- Vaaale -dijo caminando hasta su cama arrastrando los pies. 

- Mira, unaque se ha enamorado. Y llevamos aquí cuatro días... Buen ritmo, si señor -bromeo Paola. 

- Oye, oye,oye... que estuviera admirando su cuerpo no significaba mas que eso. Logan noes para mi, aspiro a mucho mas - dijo bromeando. 

- Si,bueno, lo que tu digas... Oye, ¿que hora es? Yo tengo que estar en La revista alas 10 - dijo cambiando de tema Paola. 

- Te quedan2 horas entonces. 

- Tengotiempo todavía. ¿Tu que vas a hacer? ¿Te vas a quedar admirando su cuerpo? - bromeola rubia. 

- Si, muygraciosa... Había pensado en acompañarte y luego ponerme a buscar trabajo. 

- Me pareceperfecto, vamos a desayunar pues. 

Media hora después,las dos chicas ya estaban duchadas y preparadas para salir a la calle.Caminaron por las calles ya repletas de gente de Nueva York, con un café y unmuffin en la mano haciendo las veces de desayuno observando cada edificio, cadarincón de la ciudad. Al poco llegaron al enorme bloque de oficinas donde iba atrabajar Paola; habían llegado pronto, así que optaron por sacar la cámara defotos e inmortalizar cada espacio que consideraran merecedor de formar parte desu gran colección de fotos de Nueva York. 

- ¿Que vas a hacermientras yo estoy trabajando? - pregunto Paola en las puertas de cristal deledificio. 

- Supongoque daré vueltas por Manhattan. 

- ¡Eh! ¡Queyo también quiero!

- ¡Uy! Siva a ser aburridísimo... Todo el tiempo andando y viendo cosas... Un verdaderobodrio. 

- Si, ya,claro - se rio la rubia. 

- Anda,entra ya que al final vas a llegar tarde - le metió prisa Gabriella.

Paola se quedó enlas puertas del ascensor, completamente sola, esperando a que este llegara. Seimaginó la cantidad de gente interesante, y muy ocupada, que lo usaría todoslos días. Trabajar en Nueva York tenía que ser un sueño, y ella dentro de pocolo estaría cumpliendo.

“Tín”

Un repiqueteo lahizo saltar en su sitio y las puertas se abrieron revelando un contenido que laasustaba un poco… Varios hombres y mujeres arregladísimos, con carpetas llenasde papeles en sus manos la miraban fijamente, como animándola a que subiera deuna vez, pues tenían prisa. Agobiada por ese detalle, entró y miró el panellleno de botones que llegaban hasta la 13 planta, suspiró y dio al botón conaquel número, el cual se iluminó, y al fin las puertas se cerraron. Se puso contrauna esquina para no estorbar a los demás y esperó hasta que al fin llegó hastasu planta, completamente sola, claro.

Se quedó expectanteunos segundos y vio en el lateral del gran pasillo una mesa de color blanco conuna mujer pelirroja y muy maquillada detrás.

-Hola…- dijo tímidamente y la chica apenas levantó la mirada de su teclado. Paola miróalrededor y pensó por un momento en que la chica podría estar sorda… o algo así.Empezó a dar golpecitos con el pie y casi le dieron ganas de gritarle hasta queal fin se dignó a mirarla. Menos mal,chata. Pensó.

-Hola, ¿queríasalgo?- se levantó revelando una estatura abrumadora. ¡¿Joder es que aquí todos son altos?!  

-Si, estoy buscandoal redactor jefe. Se llamaba

-Richard St. James- completo la chica levantando las cejas. –Tu nombre, por favor.

-Paola Jacometti.

La chica miró en ungrupo de papeles y pasó varias hojas hasta que vio su nombre, junto con unaanotación en boli.

-Bien, el señor St.James te está esperando. –empezó a caminar delante de ella, guiándola a travésde varios pasillos acristalados. Las vistas eran impresionantes, había queadmitirlo. Se lo iba a pasar genial…

La secretaria lahizo esperar  en la puerta del que debíaser el despacho de su jefe; Paola comenzó a caminar en círculos, impaciente,pensando en si su jefe sería un cabrón que la obligase a trabajar 20 horas sindescanso. Finalmente, pudo entrar en el despacho y lo primero que pensó fue queera demasiado grande para una sola persona. Estaba notablemente nerviosa,habían mil y un posibilidades distintas sobre como podría ser su jefe, peroninguna se acercaba remotamente a la realidad.

Se quedó mirando aun hombre realmente alto, de espaldas a ella, que miraba por una de las grandesventanas que abarcaban casi la pared entera. Escuchó a la chica que la acompañópresentarla y el hombre se giró. Paola abrió mucho los ojos. Honestamente, seesperaba a un tipo canoso, de unos 40 años como muy joven, vestido con un trajejodidamente caro, pero la realidad era que su “jefe” era apenas mayor que ella.No llegaba a los 30, por mucho que quisiera aparentarlos. Y no se notaba apenasque así lo quería. Llevaba el pelo color rubio peinado hacia atrás, algo que ledaba un aire muy atractivo, y un traje que costaría miles de dólares de colornegro.

Qué suerte la mia… Pensó y se obligó a mirar a otro lado, pues noquería parecer una adolescente hormonada.

-Oh, tu eres lasobrina de Paul Jacometti. Mi padre me ha hablado de ti.

Y espero que bien.

-Hola. –fue todo loque pudo decir y sonrió mientras él le tendía la mano.

Él le devolvió lasonrisa y a Paola casi le dieron ganas de morirse. ¿Por qué su jefe tenía queestar tan bueno? Vamos a ver, si fuera un compañero, no habría ningún problema…PERO SU JEFE?!?!?!?!?.

-Amanda, acompáñalapor favor a su nuevo puesto de trabajo. –miró a la chica pelirroja. –Luego teveo.- añadió y le guiñó un ojo, ella como respuesta le dedicó una sonrisasatisfecha. Se dio la vuelta haciendo alarde de su cuerpo y salió con Paoladetrás, que ahora se sentía un poco rara. No se despidió dado que Amanda nohacía más que decirle que se diera prisa.

¿En serio? Pensó negando con la cabeza. Le había tocado el típico casojefe-se-tira-a-su-secretaria. ¡Qué original!

-Bien, aquí es. Yanos veremos. –y casi se fue corriendo por el pasillo de donde habían venido .

Solo te falta la bandeja de plata y uncartelito que ponga “servicio 24 horas”, bonita.

Paola se sentó enla silla que había en su “despacho”, por llamarlo de alguna manera y encendióel ordenador. ¿Qué se supone que debía hacer ahora? ¿Para que la habíancontratado? Se encogió de hombros y comenzó a escribir un mail para su tío, agradeciéndolela oportunidad que le había dado.

Mientras tanto, Gabriellacaminaba por Manhattan, observando cada edificio sonriendo; no se podía creerque estuviese allí, y todo gracias al tío de Paola… Pero tampoco iba a dejarque su amiga pagase todo, tenia que encontrar un trabajo como fuese. Pero eso será después de un café, pensóal ver un bar estilo años 50, en el que las camareras iban en patines y teníanbatidos enormes y cafés deliciosos. Todo le recordaba a la película de Grease,solo esperaba encontrarse a Sandy por ahí con Danny tomándose un batido.Demasiado cine, si.

Se sentó en unbanco de color negro y se apartó el pelo de los hombros, hacía un poco de calory se pensó mejor lo del café… un batido estaría mejor. Miró con atención por labarra y buscó a alguien que la atendiera, pero no fue así. Al fondo había unchico que parecía totalmente perdido. Parado frente a una gigante máquina decafé que parecía de otro siglo, y que probablemente lo era, estaba trabadointentando hacerla funcionar. Gabriella frunció el ceño y tras varios minutosse dio por vencida y salió a ayudarlo, el tipo perdería el trabajo si no sedaba prisa.

-Ven, déjame que teayude.

Él la miró dearriba abajo y le dio la espalda.

-No trabajas aquí,esto es asunto mío…

-Venga, pero si notienes ni idea. Sólo te diré como funciona, nada más, a menos que quieras quete echen. –se cruzó de brazos y levantó las cejas.

-Pero date prisa.–se rindió y la dejó frente a la máquina. Gabriella le sonrió sarcásticamente ypreparó el café en la máquina como una profesional. Sus padre tenían un bar conuna máquina parecida, y casi todos los fines de semana se veía obligada aayudar.

-Listo. Tu caféhecho. No es tan difícil. –le dio el café y le explicó como lo había hecho. Elchico aun no salía de su asombro porque una extraña le ayudase y le dio lasgracias. Ella asintió y volvió a sentarse en su sitio. Un hombre algo más mayorse la quedó mirando y se acercó hasta ella.

-Hola, soy Rufus.Gracias por la ayuda al chico nuevo - Le dedicó una sonrisa muy paternal. - ¿Tegustaría trabajar aquí? Puede que necesitemos un poco de ayuda especializada.

Gabriella se quedóalucinando… No podía creerse su suerte ¿sería el karma?

-Ehm… claro. Mevendría genial. –sonrió encantada. Rufus se encargó de explicarle con calmacomo sería su nuevo trabajo, ayudaría a Chace en la barra y el horario sería elmismo que el de él. Y eso si, se llevó el batido gratis. Miró la hora porenésima vez y se resistió a llamar a su amiga, seguramente estaría muy ocupadaen su primer día.

Paola llevaba casiuna hora sentada frente al escritorio. Ya había hecho un ejército entero deaviones de papel y ahora se dedicaba a jugar con los clips, pretendiendo hacerun collar larguísimo. Aun no le habían dicho que debía hacer, y se sentía comosi se hubiesen olvidado de ella por completo. Estaba a punto de ponerse a jugaral solitario cuando vio a la pelirroja salir del pasillo que conducía aldespacho de su jefe, algo despeinada y acomodándose de forma ansiosa la ropa.Cogió su iPhone y mandó un mensaje a Gabriella:

“El jefe acaba detirarse a la secretaria. SOS”

Al minuto llegó unmensaje:

“Qué dices! ¿Ycuanto ha durado? Mira que es tu jefe, mas le vale que sea bueno.”

“No se… ¿una hora?La verdad es que parece contenta… Qué perra”

“Toma ya. No lallames así a la pobre, algo tendría que hacer… seguro que sólo sirve para eso.Por cierto, no seas envidiosa”

“ja-ja.”

“Oye, pero tu notenías que trabajar?”

“Como no seahaciendo collares con clips, no se para que me quieren. Por cierto, ¿teinteresaría uno?”

“No, que no megustan esas cosas tan vulgares y baratas, o sea. Ale, haz algo, ve a fichar tíosbuenos, ALGO”

“El jefe, hija mía,el jefe. Ya te contaré. ¿Tú que haces?”

“Pues… estar aquí,mirando a mi futuro compañero de trabajo. Se llama Chace”

“¿Qué ya tienestrabajo? Que rapidez… y esta bueno?”

“No tanto comoLogan, créeme.  Mis hormonas aun no sehan recuperado”

“Logan no es nadadel otro mundo… Te he dicho ya que mi jefe no es de este mundo? Creo quenecesitamos un buen polvo….”

“Amén, hermana.Amén. Te dejo que Chace me mira mal, y como tengo que pasar el resto del veranocon él, mas me vale que nos llevemos bien. Arrivederci”

Paola dejó el móvilsobre la mesa y se pensó seriamente acosar a quien quiera que estuviera en elpuesto de al lado. Pero otro mensaje de Gabriella le interrumpió en el momentoen que iba a lanzarle un avioncito de papel a su compañero de al lado.

“A que hora paraspara comer?”

“Justo ahora”

Paola cogió sumóvil y su bolso y volvió a bajar en el ascensor. Por suerte, ahora estabasola, y no tenia que sentir las miradas fijas en ella.

Se puso los cascosy siguió las indicaciones de Gabriella para llegar al bar; por suerte no estabamuy lejos y en diez minutos ya estaba allí.

- ¿Qué tal la clasede bisutería? – bromeo Gabriella.

- ¿Aquí se puedecomer? – dijo ella ignorándola y dejando el bolso sobre los asientos largos característicosde los bares como aquel.

- A partir demañana trabajo aquí, así que si, se puede comer, ya me he aprendido la cartaentera. Fíjate que lista soy… Aquí solo contratan a gente con un coeficienteintelectual alto.

- Si, lo que tudigas… Bueno, dime, ¿quien es el tal Chace? – dijo Paola, y Gabriella señaló aun chico atareado preparando, o intentado preparar, un café – Si, creo quenecesita ayuda aquí – y ambas se rieron.

- ¡Chace! – gritóla morena – Atiéndenos y di a otro que prepare ese café, por la seguridad detodos.

Chace se acercó ala mesa de las dos amigas con cara de resignado.

- Gabriella, teestas tomando demasiadas confianzas para ser el primer día… - carraspeó –Quiero decir… Bienvenidas a “Grease Coffee & Shake”, ¿qué desean tomar? Permítanmerecomendarles el café bombón, nuestra especialidad.

- ¿En serio? ¿Nosrecomiendas un café que no sabes preparar? – dijo Gabriella partiéndose elculo.

- Yo quiero unahamburguesa con patatas y una coca cola, y lo mismo para Gaby – dijo Paola,negando con la cabeza.

- Ahora mismo os lotraigo – dijo Chace mas rojo que un tomate.

- Gab, como tepasas con el chaval… - comentó la rubia intentando no reírse también.

Gabriella soltó unaexpresión en italiano, para que solo ellas pudieran entenderlo, justo cuandoChace volvía con dos coca colas.

-Gracias futurocompañero de curro. –le sonrió Gaby y él se fue negando con la cabeza. Que dioslo guardara de esta loca el resto del verano.

Paola empezó acomerse sus patatas y se quedaron cotilleando sobre todo lo que habían hecho,lo cual no era mucho, pues Paola se aburría mucho en su oficina y Gaby se habíapasado la mañana mirando al torpe de Chace. Después de una hora, Paola teníaque volver, se había pasado casi 20 minutos de la hora, aunque que más daba,nadie la hacía caso.
Llegó a su planta yse encontró con la pelirroja guarrilla, que la miraba como con malicia.

- El señor St.James te espera en su despacho, y yo no le haría esperar más.

Paola tragó saliva;¿era el primer día y ya se había metido en problemas?

Caminó rápidamentehasta el despacho y llamo a la puerta; nadie contestó, así que entrodirectamente. Le buscó con la mirada, pero lo único que encontró fue el enormesillón que usaba como silla dado la vuelta hacia el gran ventanal.

- ¿Señor St. James?– preguntó ella con un hilo de voz.

- ¿Dónde estabas? –dijo su voz desde detrás del sillón.

- Fui a comer y… seretrasaron con la comida…. Lo siento…

- ¿Puedes decirmeque es lo que has hecho toda la mañana?

- Pues… yo… no hehecho nada, señor.

- ¡Exacto! Y yo novoy a permitir que nadie gane dinero por no hacer nada.

- Pero yo…

- Hasta donde yose, Amanda te encomendó varias tareas, de las cuales no has hecho absolutamenteninguna – le interrumpió su jefe.

- Señor, St. James,a mi nadie me dijo que tenia que hacer…

- ¿Cómo? –dijodándose la vuelta con la silla - ¿Amanda no te dijo…?

- No, señor St.James – le interrumpió ella esta vez.

- Siento todo esto,de verdad – suspiró sonoramente y se levantó con cara de cabreado del sillón -¿Te importa esperar aquí un instante? ¡Ah! Y deja de llamarme señor St. James –dijo antes de que ella contestara – Eso me hace aparentar una edad que notengo. Llámame Rick.

- Está bien, Rick.

Él salió de allícon paso decidido dejando a Paola sola, quien se tuvo que contener para nocorrer detrás de él para ver que pasaba, aunque se quedó cerca de la puertapara por lo menos poder escuchar. Al minuto, se escuchó a Amanda gritarle aRick cosas que, de verdad, no deberían ser dichas en una oficina a alguien comoél, delante de todos sus trabajadores. Nunca se pensó que el simple hecho deque no le hubiese dicho lo que tenía que hacer, haría que Amanda perdiese sutrabajo. Era casi surrealista.

Cuando Rick volvió aldespacho, Paola le siguió con la mirada hasta que volvió a sentarse. Todo sequedó en silencio, solo se oían los gritos de Amanda provenientes de fuera.

- Bien – suspiró Rick– Hay un puesto de secretaria libre, ¿te interesa?